El sistema métrico cafetal

abril 20, 2012

Seguramente estaré equivocado y será falta de conocimiento, pero cada vez me parece más evidente, que las decisiones que se aplican en España, se toman fuera de nuestras fronteras y es el gobierno de la nación el encargado de gestionarlas. Se nos indica la cantidad que debemos y nos dejan elegir de donde la sacamos, así de simple me parece. En el último Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud se tomaron las decisiones que inician la senda del ahorro de los 7000 millones de euros comprometidos. Se sube la aportación de «los activos» y se comienza con la aportación de «los pesionistas». En la misma reunión y a tenor de las declaraciones posteriores, se consolidó una nueva unidad de medida: el café. Los pensionistas van a pagar, como mucho, el equivalente a cuatro cafés.
Queda así consagrado el café como la unidad de medida del empobrecimiento: un café se define como el empobrecimiento a que se somete un ciudadano que no puede tomarse un café de cafetería buena, de las del centro de la capital
A partir de aquí es sencillo construir la escala del empobrecimiento: kilocafé (1000 cafés) Decacafé (10 cafés) milicafé (la milésima parte de un café, vamos un lametón a la taza) etc.

Con sinceridad, que el ciudadano aporte en la farmacia alguna cantidad de dinero, tiene efectos beneficiosos (la acumulación de medicamentos en casa, llevarse toda la medicación de crónicos de los próximos dos meses el día de la recogida, conciencia de gasto…) y grandes riesgos (hay que estar muy pendientes al problema de la equidad que debería ser la brújula del sistema).

De todas formas y volviendo a la escala de la pobreza veamos algunas cosas:

– Un envase de liraglutida, equivale  unos 69 cafés (6 Decacafés, 9 cafés y 8 centicafés 😉 ) para unos beneficios clínicos muy discretos, en el mejor de los casos.

– Un envase de agomelatina equivale a más de 30 cafés, la información disponible afirma que no mejora lo anterior y es mucho más caro.

– Ranelato de estroncio, casi 25 cafés. Utilidad muy limitada y posibilidad de efectos adversos graves.  Los daneses lo tienen claro.

– Ese medicamento que… empieza por la letra g y que, si dices que tiene una eficacia similar a placebo y que en otros países lo venden en supermercados, te denuncian y contratan un experto que lo alabe en la prensa científica… más de dos cafés 😉

– Desde otro punto de vista:

  • la lencería sanitaria (las medias tipo panty y similares) tiene un precio variable que puede llegar a cerca de 10 cafés
  • las lágrimas artificiales, no se como se pudo vivir antes de su generalización, casi 3 cafés.

Y por fín, la tecnología, un quirófano robotizado debe costar varios millones de cafés.

La lista es infinita, malgastamos millones y millones de cafés.

Para financiar un medicamento, primero hay que estar seguro de que lo es, segundo de que tenemos una razonable certeza de su efectividad y tercero que vale lo que cuesta. Para financiar tecnología hace falta que los expertos consensúen su utilidad y en qué cantidad es necesaria… nos hace falta lo que ya se ha bautizado como Hispa  NICE. Ya se, que si no se financian fármacos o se compra tecnología, dejaremos sin café a las multinacionales, un gran disgusto.

En fin, que si los que deciden tiene claro que debemos empobrecer apliquese la escala métrica cafetal… pero a ver si dejamos sin café siempre a los mismos.

Por cierto, Juan Valdez debe estar en un sin vivir.

José Luis Quintana, médico de familia.

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Kopago, képago

marzo 18, 2012

Lo que parecía lejano hace relativamente poco, está aquí. Se introduce el copago sanitario. Ha empezado por Cataluña, pero con toda seguridad, si no hemos perdido el juicio del todo, ha de extenderse al todo el país.

Es posible que no haya más camino, pero lo que se ve venir no tiene buena pinta. No me gusta porque no es una medida para introducir racionalidad en el sistema, es una medida estrictamente recaudatoria. Necesitamos pasta y el sitio más fácil es pillarla en el mostrador de las farmacias. Es como subir el IVA… compras y pagas.

Es evidente, que el actual sistema por el que un pensionista millonario consigue fármacos gratis y un parado con tres hijos los paga, puede y debe ser reformado. Es una medida que introduciría justicia en las aportaciones que realiza cada paciente al precio de los medicamentos.

Si lo que se quisiera es ahorrar dinero en farmacia hay medidas que, en mi opinión, tienen más sentido. La financiación selectiva de medicamentos. No se puede financiar cualquier guarrería farmacológica, que las hay «a puñaos». Los países modernos, los que de verdad rigen sus destinos, cuando se les presenta un fármaco de los que no aporta nada y es caro, no lo financian y listo. «Lo puede usted vender, pero yo no se lo compro». Así de fácil. Ayer mientras que pensaba en esto le pregunté a OMI-AP los principios activos que empiezan por «a» que se pueden prescribir. El número y precio de los que la evaluación del ministerio y de las comunidades autónomas dice «no aporta nada nuevo» es escandaloso. En mi humilde opinión, con lo que se sabe ahora, no sé por qué se financia la agomelatina, por seguir con la «a» 😉 y seguir con un ejemplo de hace un par de entradas. Tendría repercusión económica, orientaría a uno-de-los-mejores-sistemas-sanitarios-del-mundo a la prescripción de fármacos consolidados, no como ahora, que es el paraíso de los horteras terapéuticos, amigos de lo ultraúltimo y de cosas menos confesables… en fin. No solo se debería reorientar a los pacientes, también a los sanitarios y a sus responsables. Esto, es tan de cajón que, si no se pone en marcha, solo se me ocurre que sea porque es mucho más fácil meter la mano en el bolsillo de angustiados ciudadanos, que de poderosas multinacionales.

Es la hora de los valientes.

José Luis Quintana, médico de familia.


Se aclara el panorama

enero 18, 2012

Por si alguien tenía dudas, Farmaindustria las aclara.Al final, resulta evidente que el problema de la enloquecida prescripción de fármacos en nuestro país es la resultante de un complejo entramado de intereses. En este asunto, no sabemos de qué lado están nuestros representantes políticos, porque su discurso dice una cosa y sus hechos lo contrario. Bueno, el director general del Ib-Salut, sí sabemos de qué lado está. Se va aclarando el panorama.

José Luis Quintana, médico de familia.


No pienso recetar ni un «condroprotector» más

enero 16, 2012

Acogiéndome a la libertad de prescripción, que parece ser el único argumento no denunciable, no pienso prescribir nunca más un condroprotector. Si queréis saber por qué (es probable que ya lo sepáis) id pinchando los enlaces:

Rafa hace saltar la liebre.

Carlos nos lo explica con detalle.

Los compañeros de Sano y Salvo también.

Hemos leído pone los puntos sobre la íes.

Butlletí Groc también.

Carlos nos vuelve a contar lo que ocurre.

Algún periódico se interesa por el tema.

El asunto se extiende.

Un medicamento que tiene que recurrir a estas cosas como argumento… no se lo doy a mis pacientes.

José Luis Quintana, médico de familia


Aquí, alguien ha matado a alguien

noviembre 18, 2011

Contaba el genial Miguel Gila que él detuvo a Jack «El Destripador». Refería que, como no era partidario de la violencia, decidió detenerlo «con indirectas». Cada vez que se lo cruzaba, decía «aquí, alguien ha matado a alguien».

Este es el genial monólogo, en el que al final cuenta cómo lo hizo:

Me ha venido esto a la cabeza, al leer estas noticias:

Aquí, alguien se está gastando lo que no está en los escritos. Hay que empezar con las indirectas, hasta detener al responsable.

Menos mal que la prescripción por principio activo arreglará las cosas 😉

José Luis Quintana Gómez, médico de familia


Si son iguales, que parezcan iguales…

octubre 24, 2011

Tomado de Sano y Salvo. Es un tema extremadamente serio.

José Luis Quintana, médico de familia.

Manifiesto de SEMFyC, FAECAP Y SECA por la isoapariencia de los medicemantos con el mismo principio activo

Tres asociaciones científicas hemos unido nuestros esfuerzos en una iniciativa dirigida a conseguir la Isoapariencia , que trata de que las cajas de un mismo principio activo han de mostrar claramente que el producto que contienen es el mismo, «Si son iguales, que parezcan iguales». El manifiesto, que incluimos en esta entrada y que además está accesible en http://www.semfyc.es/es/noticias/destacadas/listado/Campana_Isoaparencia/ lo hemos hecho llegar a los medios de comunicación, lo hemos publicado en los medios propios de cada una de las organizaciones y lo haremos llegar a partidos políticos, administración sanitaria, organizaciones sociales, etc. para volver a insistir en ello una vez que se configure el gobierno que salga de las elecciones del 20 de noviembre, que será quien tenga el poder y la ocasión de legislar al respecto. Os invitamos a darle la máxima difusión, ya que se trata de un tema de la mayor trascendencia para la seguridad de los pacientes.

Texto del manifiesto:

SI SON IGUALES, QUE PAREZCAN IGUALES

La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFyC), la Federación de Asociaciones de Enfermería Comunitaria y Atención Primaria (FAECAP) y la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA) ante la publicación del Real Decreto-ley 9/2011, que en su capítulo 1 establece la prescripción de medicamentos por principio activo, queremos declarar lo siguiente:

1. Asumimos los contenidos del Real Decreto-ley 9/2011.

2. Dentro del Real Decreto-ley se incluye la prescripción por principio activo, que puede significar un importante aumento del riesgo para los pacientes y en particular para los más frágiles, aquellos que padecen varias enfermedades.
En estos pacientes, que son tratados con un arsenal más o menos numeroso de medicamentos, los errores en la medicación son frecuentes. No es inhabitual, por ejemplo, que un paciente duplique e incluso triplique la dosis de un mismo medicamento, que se le ha prescrito con diferentes nombres comerciales por diferentes profesionales, por lo que el paciente cree que está tomando diferentes medicamentos cuando en realidad está tomando varias dosis del mismo, con el grave riesgo que eso significa.
Para evitar ese error los profesionales sanitarios y los pacientes deben trabajar en establecer un listado escrito de medicación, con el nombre del medicamento, la dosificación, a qué patología corresponde, etc. Estos listados cada vez están más extendidos, ya que con ellos se evitan en buena parte los errores comentados. Sin embargo la prescripción por principio activo puede hacer inútil este esfuerzo, si no se toman medidas al respecto.
Hasta ahora se podía prescribir un genérico o un medicamento con marca, con nombre propio. Si se prescribía un medicamento genérico en la farmacia se dispensaba una caja en cuya etiqueta aparecía destacado el nombre del genérico, habitualmente junto con el nombre del laboratorio fabricante. El paciente podía comprobar fácilmente que estaba tomando omeprazol, por ejemplo. Si se prescribía un medicamento con marca se dispensaba una caja en cuya etiqueta aparecía destacada la marca. En ambos casos el paciente podía comprobar en su listado de medicamentos si estaba tomando lo que se le había indicado.
A partir de la entrada en vigor de la ley se prescribirá por el principio activo, y en los listados de medicación de los pacientes aparecerán los principios activos que debe tomar. Pero, y ahí está el problema, cuando acuda a la farmacia se le entregará una caja en cuya etiqueta podrá aparecer el nombre del principio activo, si dispone de genérico, o cualquiera de las marcas que corresponden a ese principio activo y estén dentro del rango de precios más bajo.
Un ejemplo para aclararlo. Omeprazol es un medicamento muy utilizado, del cual existen más de 40 presentaciones genéricas y más de 20 presentaciones con marca, todas ellas en el mismo rango de precios. Cuando se prescriba un omeprazol el paciente puede recibir más de 60 envases diferentes. Ciertamente en 40 de ellos pondrá el nombre “omeprazol”, pero en los demás pondrá nombres diferentes. En resumen, cuando se dispense este medicamento el paciente recibirá uno de los más de 20 envases con nombres diferentes. El ejemplo del omeprazol quizá sea el de mayor número de presentaciones, pero para inducir a error con que hay dos diferentes ya es suficiente.
Ese es el problema, en la etiqueta del envase, el nombre del medicamento no tiene porque coincidir con el principio activo. De hecho, si un principio activo no tiene genérico, solo tiene marcas, nunca el nombre que aparece en el envase será el del principio activo.
El riesgo que esto implica es muy alto. Los fallecimientos por errores de medicación son frecuentes, y con los etiquetados actuales es previsible que aumenten.
Todos, la administración pública, la industria farmacéutica, médicos, enfermeros, farmacéuticos y pacientes debemos implicarnos en identificar de forma inequívoca los medicamentos. Nuestra salud está en juego.

SI SON IGUALES, QUE PAREZCAN IGUALES
Sin duda es la Administración, y en este caso el Ministerio de Sanidad, quien puede resolver en buena medida el problema sin grandes cambios. Nuestra propuesta es tan simple como que una de las dos caras principales de los envases (hablamos siempre del envase externo, de la caja) contenga exclusivamente la siguiente información:
– Nombre del principio activo, por ejemplo “OMEPRAZOL”
– Dosis, por ejemplo 20 mg
– Número de dosis y forma farmacéutica, por ejemplo 28 comprimidos
Y simplemente con eso las más de 60 cajas diferentes que ahora existen de omeprazol 20 mg, 28 comprimidos, aprobadas para su dispensación según el listado de precios de referencia, tendrán todas una cara común con sus señas de identidad (principio activo, dosis, número de dosis y forma farmacéutica), de manera inequívoca, lo que facilitará la identificación de duplicidades, omisiones, etc.
La normativa española, basada en la europea en cuanto a etiquetado, es perfectamente compatible, ya que lo único que se hace es redistribuir la información que ya ve en el envase. La norma (RD 1345/2007) no establece preponderancia de una información frente a otra, por lo que la adecuación a nuestra propuesta es sencilla y posible, y además necesaria. Y el laboratorio dispone del resto del envase para individualizarse.
A este concepto, las cajas que contengan un mismo principio activo han de mostrar una apariencia común, le denominamos ISOAPARIENCIA, que preferimos al de bioapariencia que se maneja habitualmente.

Para concluir: la prescripción por principio activo puede ser conveniente, pero debe modificarse de manera urgente el etiquetado, introduciendo la isoapariencia. Al fin y al cabo, SI SON IGUALES, QUE PAREZCAN IGUALES.


DCI, EFG y GPS

julio 28, 2011

La verdad, para algunas cosas, la crisis es estupenda. Ha llegado la hora de “retratarse”: el dinero no nos llega y hay que ver por dónde metemos mano al problema. El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud decide que en España se prescribirá por Denominación Común Internacional (DCI).

Gruesos calificativos entre farmacéuticos y la industria del medicamento, división de opiniones entre los médicos.

España es un país sin planes, da igual que sea el gobierno central que las autonomías de cualquier signo político. El pobrecito uso racional de los medicamentos, que tiene detrás mucha ciencia y mucha sustancia, aquí no sirve más que para ahorrar, pervirtiéndolo todo. ¿Es bueno recetar por DCI? Si es para ahorrar, es una simpleza que funcionará un tiempo para salir del apuro y se acabó. Si es para cambiar muchas cosas muy profundas (el verdadero marasmo terapéutico español, la relación de la industria con los sanitarios, los congresos médicos, los cambalaches de las farmacias…) él sólo no va a poder. No es serio que un país, que limita ayudas a los parados o que recorta las pensiones, siga financiando fármacos, que desde que se valoran son clasificados por los propios financiadores como “no aporta nada nuevo”. Y, además, recomiendan que no se prescriban.

Ni siquiera se retiran fármacos que se lanzan al mercado con la sospecha de ser una roña y… finalmente lo son. Se aprueba una batería de nuevos fármacos para la diabetes que, la verdad, no parecen especialmente bien medidos: las nuevas insulinas, antes la rosiglitazona, ahora la pioglitazona, la exenatida y la sitagliptina… Todo esto con unos ensayos clínicos apoyados en resultados intermedios y, para remate, a un precio disparatado. Medicamentos con ninguna aportación novedosa, con los problemas de seguridad que se asocian a los nuevos fármacos y, por supuesto, mucho más caros. Todos financiados. Como la dronedarona, el cilostazol…Podemos ver fármacos peores que los disponibles pero 15 veces más caros y pagados por los ciudadanos.

Las agonías económicas sean bienvenidas si nos convierten en un país serio. En un pais que no hace de la atención sanitaria  y de la prestación farmacéutica un instrumento político (hemos vivido verdaderos esperpentos entre comunidades autónomas) sino un servicio básico de atención a los ciudadanos y, como tal, cuidado por políticos, gestores, trabajadores de la sanidad y pacientes.¿Cómo seguimos financiando champú para la caspa mientras recortamos presupuesto de investigación o de educación? ¿Cómo seguimos satisfechos de este sistema que favorece la toma masiva de fármacos? Eso sí baratos.

Un sistema que ha reducido las consultas médicas a un proceso que termina en un fármaco. La mitad de la medicina debería hacerse hablando y la otra con medicamentos. A la industria le parecerá inadmisible y derramará lágrimas de cocodrilo, pero somos un despropósito en medicamentos donde se financia prácticamente todo lo que no envenena. Con el sobrante de esto se financian ensayos clínicos, algunos muy honrados y otros tramposos,  congresos científicos, formación médica con comida incluida, reuniones de expertos, sociedades científicas… en fin.

Las recientes decisiones incluyen una tímida apuesta por la creación de comités de evaluación. Apuesto a que no prospera, porque el 90% de lo que se autoriza y financia no aporta nada nuevo.


En este país, si eres un anciano venerable al que se te va la cabeza por una demencia te pueden dar medicamentos “a paladas”, pero no pidas una ayuda para que alguien te acompañe y no te extravíes en la calle… que aunque las tomes te extravías. A cambio de eso, si descubres un gran fármaco de esos que duran décadas te ves obligado a mantener un precio ridículo… para siempre, como la clortalidona.

Hay que tener un plan… hay que saber dónde se quiere ir, que no es donde se gasta menos dinero (que a lo mejor también) es donde se gasta el dinero en lo que merece la pena gastarlo. Seguramente es mejor fármacos más caros y menos, que este estilo de muchos y baratos. Hay que pensar qué se quiere que represente la industria farmacéutica en el sistema sanitario español. Es imprescidible un organismo, independiente, que evalúe la pertinencia de la financiación. No debe bastar que un fármaco exista para que lo paguemos con nuestro dinero… algo más tendrá que demostrar.
Por muchas vueltas que le doy, como clínico, no consigo encontrar inconvenientes a la prescripción por DCI, salvo uno: si el día de mañana escribo duloxetina en la receta, ¿quién decide si se le da Ariclaim©, Cymbalta©, Xeristar© o Yentreve©? Terapéuticamente no hay diferencia, pero, si se ha de tomar esa decisión, debe ser en el interior de la consulta.

Es que ya lo hemos visto casi todo, hasta los genéricos con marca. Sin un plan, ahorraremos a la corta y seguiremos por el enloquecido camino por el que vamos, aparecerá la DCI con marca y… vuelta a empezar.

Y, finalmente, tampoco me parece aceptable que, como hay otros sitios donde también se despilfarra dinero, éste lo dejemos como está.

No sé si teminaremos recetando por DCI, pero necesitamos GPS.

José Luis Quintana, médico de familia.


Listas Robinson para médicos ¿por qué no?

junio 8, 2011

Se me ha ocurrido reflexionando sobre el post anterior y el maravilloso artículo que lo sustenta. Como todas las cosas cogidas «a bote pronto» será una tontuna inviable pero… lo voy a contar.

A mi casa llamaban montones de empresas para las más variopintas cosas. Publicidad con un nivel de intrusión bien grande, porque llaman al teléfono de mi casa y por lo tanto, casi sin límites ni de horario, ni de día de la semana. En mi casa estábamos más bien hartos pero, nuestra muy esmerada educación, nos impedía mandar a hacer puñetas (que es lo que pide el cuerpo) a un pobre trabajador por cuenta ajena.

Un día, conocimos una cosa llamada listas Robinson. Las listas Robinson, segú su propia web, son «un servicio de exclusión publicitaria gestionado por la Asociación Española de la Economía Digital , creado conforme a lo previsto en la normativa sobre Protección de Datos». Es decir, te apuntas y dejan de inundar tu buzón, tu línea de teléfono o tu correo electrónico de publicidad no solicitada. El proceso de alta es sencillo y, al cabo de unos meses (si no recuerdo mal tres), uno deja de recibir publicidad de empresas con las que no tiene vinculación alguna. Con las que tienes contrato, te pueden llamar o escribir. Funciona, de verdad. A esto se le llama, exclusión publicitaria.

La Comunidad de Madrid, hace años, intentó poner algo de orden en la visita médica. Todos los días había visita médica y a los centros de salud nos ofrecieron que regularamos nosotros el número de días que queríamos. En mi centro dijimos que dos, de modo que pasamos de 5  a 2. No fue bien recibido por los  representantes: la mayor parte manifestó su disgusto con educación y corrección, pero algunos, pocos, sin ellas. El entonces coordinador del centro «se comió el marrón» de decirles a los representantes que acudían los días en los que habíamos dicho que no recibiríamos que así iba a ser, que, si querían, podían esperar, pero no les íbamos a atender. Era un trabajo desagradable. Ni gusta decir que no, ni debería ser nuestro trabajo.

¿Por qué no crear una lista Robinson para los médicos que no desean recibir publicidad de fármacos? Deberían crearlas nuestras autoridades y encargarse de hacerlo llegar a las empresas implicadas, para no tener que enfrentar una a una a las personas que acuden al centro para informarles nosotros, o tener que pasar «escondido» por las cercanías de donde se encuentran. No sólo es la visita médica, sino el montón de correo convencional que uno recibe en su trabajo. Es probable que sea complejo de articular, pero el empeño merece la pena.

Conozco representantes de laboratorios que son encantadores y  magníficos trabajadores. Nada que reprochar a su trabajo. Juegan a un juego que ellos no han creado ni se les pregunta sobre sus normas.  A algunos les conozco incluso de otras esferas de la vida. Cuando tienen ocasión de hablar relajadamente, tampoco parecen entusiasmados con como están las cosas.  Me parece imprescindible redefinir la relación de los médicos con los representantes de la industria farmacéutica, para llevarla a un terreno mejor.

¿Podemos?

José Luis Quintana, médico de familia

Con posterioridad al post he leído esto… Tal vez ya no se pueda uno fiar ni de Robinson, ni de nadie, pero me reafirmo en la idea de crear listas de exclusión publicitaria para médicos.


Para quitarse el sombrero

junio 4, 2011

A través del excelente Butlletí Groc he llegado al artículo Mercaderes en el Templo: hegemonía del paradigma bio-comercial en psiquiatría de la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Es magnífico. Dos compañeros, un psiquiatra y una enfermera especialista en salud mental, del Hospital Universitario de Canarias, describen la influencia de la industria en el quehacer diario. Hablan de psiquiatría, pero podría ser de cardiología, neurología, cirugía, pediatría, medicina de familia o cualquier otra especialidad. Las conclusiones serían completamente paralelas.

No me resisto a copiar/pegar parte de sus conclusiones:

[…] En línea con plataformas como No Gracias (www.nogracias.eu), los autores hemos decidido cortar nuestros vínculos con la industria farmacéutica. Hemos hecho estudios para ellos y cobrado por ellos (ahora la última tendencia es que, además de pagarte por recoger unos datos, te ponen de autor corporativo, con lo que acabarán decidiendo también nuestro currículum y quién ocupa o no una plaza en la sanidad pública), hemos viajado a congresos y jornadas diversas, hemos ido a múltiples comidas y cenas “de trabajo”… Todo ello en el convencimiento de que tal conducta no afectaba a nuestra prescripción, que éramos capaces, pese a ello, de mantener la independencia. Pero descubrimos que no era así. Descubrimos que nos costaba prescribir un genérico, que nos era difícil no recetar la última molécula presentada… Y no pretendemos hacer apología de nuestra posición. No conocemos psiquiatras corruptos que indiquen tal fármaco a cambio de tal recompensa. Y creemos que puede haber compañeros que sean capaces de mantener su independencia a pesar de ese contacto con la industria, pero nosotros no pudimos mantenerla, y ahora queremos recuperarla. Cortamos lazos con la industria porque también, y es parte de la trampa, sus incentivos te acostumbran a un nivel de vida por encima del que el sueldo de nuestra profesión, en este país, debería permitirnos: viajes al extranjero todos los años, hoteles de cuatro y cinco estrellas, comidas y cenas en buenos restaurantes, libros gratis… Y cuesta renunciar a ello pero, en nuestro caso, lo hacemos. Hemos estado en la trinchera y, lógicamente, no hemos podido evitar mancharnos de barro, así que nos salimos.

Pero creemos que la solución no está sólo en manos de los profesionales. La solución pasa por las administraciones públicas, que deberían responsabilizarse de la investigación y la formación, hasta ahora abandonadas en manos de la industria, así como fijarse en qué fármacos el sistema público debe financiar y cuáles no, por  no aportar nada nuevo. La solución pasa por las asociaciones profesionales, que deberían fijar precios para sus actos científicos que no obligaran a un patrocinio. 

La solución pasa por las direcciones de los centros públicos en que trabajamos, que deberían limitar y controlar (¿prohibir?) el acceso de visitadores médicos. Y, por supuesto, la solución pasa por cada psiquiatra y cada profesional, que debería, deberíamos, reflexionar sobre nuestras teorías y nuestras prácticas, parándonos a pensar qué tipo de Psiquiatría queremos.
 

Ni una palabra más.

José Luis Quintana, médico de familia.

 

Retrato de una relación enferma

noviembre 18, 2010

Publica el interesantísimo blog Pharmacritixs (por una medicina ética y transparente) una carta de un ex empleado de Glaxo en el que relata las maniobras de los laboratorios para la compra de «voluntades médicas».

Copio a continuación la carta tomada del blog:

«He dedicado toda mi vida profesional a trabajar para GlaxoSmithKline y he terminado «asqueado» de los medios que utilizan para vender sus cartera de productos y de la hipocresía de sus discursos. Esta empresa tiene una doble moral, me imagino que como otras. Los tiempos han cambiado mucho, y ahora se han vestido de túnicas blancas para esconder de cara a la sociedad los mismos métodos que siempre han utilizado, la mentira, la manipulación y el soborno. 

Hace años, todo era «muy descarado», ahora estos mismos hechos se disfrazan con facturas falsas, todo amañado como de si reuniones científicas se tratara, «tenemos que tener las espaldas cubiertas», eran frases frecuentes del Jefe de Zona.

Recuerdo los años dónde se le daba dinero contante y sonante a los médicos porque recetaran, en el 2010, no ha cambiado tanto la cosa, se cumple el dicho de que «hecha la ley, hecha la trampa».

Con el fin de realizar estudios científicos, GSK ha regalado a muchos médicos sin escrúpulos, ordenadores portátiles de última generación, algo realmente atractivo para profesionales que además dicen estar «quemados por la administración», algunos de ellos ahora ostentan cargos administrativos importantes y en su dia, fueron médicos comprados.

Todavía recuerdo aquella sesión plenaria dónde Rodrigo Becker, presidente de GSK, se dirigía a mas de 1000 empleados y hablaba de «tolerancia cero» frente a actos no contemplados en el código ético. Pero luego, hay que enfrentarse a la presión incesante de cubrir los presupuestos de ventas de cada producto. Lo importante es conseguir vender, entre otras cosas, porque si no lo haces, tu puesto de trabajo está seriamente comprometido, y claro, todos tenemos una familia, una hipoteca y necesitamos esos jugosos incentivos para llegar a final de mes. En definitiva, busca la manera de que todo parezca legal, y si no se te ocurre nada, para eso están tus jefes que te darán las pistas de cómo hacer las cosas sin que te pillen y que todo parezca legal.

Cada año recibía mas de 20.000 euros para gastar, eso sin contar aquellas acciones que venían directamente del departamento de marketing, que podían alcanzar los 10000 euros, en definitiva, casi 30000 euros para «invertir» en los médicos de mi zona y conseguir que Seretide, Bonviva, Avidart etc, alcanzasen la cifra de ventas asignada para cada «vendedor», porque así es cómo nos llaman en la empresa, eso de «delegado científico», es una etiqueta de cara a la galería, «somos vendedores», igual que el que vende planchas por los comercios, pero con la diferencia de que quién paga la factura es el estado, osea, todos nosotros.

Cuando habían transcurrido algunos meses y no se gastaba lo suficiente, te daban un tirón de orejas, el dinero había que gastarlo como sea, siempre ha estado muy mal visto, ser el que menos gastaba de tu zona. A veces había que salir a la calle desesperadamente a buscar médicos que dejaran comprar su voluntad.

¿ Como hacerlo y justificarlo legalmente ? Hay muchas formas. La Ley dice que sólo se puede gastar en «formación para los médicos», no hay ningún problema, se gasta en formación.

Podemos regalar libros médicos. Si le compro al médico sobornado, los libros de arquitectura que necesita su hijo para la universidad y en la librería me hacen una factura de un «Harrison», todo se convierte en legal ¿ verdad ?

Si un restaurante amigo me hace una factura de 400 euros como importe de una comida de trabajo con médicos, y GSK me la abona y con este dinero le compro al médico una bicicleta de montaña, todo se convierte en legal ¿no?

Si compro un talonario de «bancohotel» para asistir a un Congreso Médico y el galeno se va con quién el quiera a un balneario a relajarse, todo legal ¿no?

Si le pago a un médico unos honorarios por una conferencia que supuestamente ha dado a sus compañeros del centro de salud, todo legal ¿no?, incluso de cara a hacienda, con su retención de irpf y todo.

Podía relatar muchas mas cosas, pero ustedes creo que ya me entienden, hecha la ley, hecha la trampa.

Quiero romper una lanza en favor de la clase médica decente, pues afortunadamente, la mayoría son auténticos profesionales y no entran en este juego, pero comprendo que a veces es dificil resistirse a que te pongan a diario una bandeja de carmelos y no cojer uno.

No digamos nada de la información que a diario se le proporciona a la clase médica. En nuestra reuniones se analizaban minuciosamente los estudios clínicos, había muchos que nos negabamos a entregar porque dejaban en entredicho la eficacia y seguridad de los fármacos. Aún recuerdo el caso «Avandia», teníamos la sensación de vender «humo», y el tiempo ha puesto el producto en su sitio, es sabido por los medios de comunicación, que Glaxo ocultó información vital sobre la seguridad del producto.

GlaxoSmithKline fué uno de los impulsores de la puesta en práctica del código ético. No tuvo mas remedio después del escándalo que surgió en Italia en 2004, dónde se le acusó de sobornar a mas de 4000 médicos. Saltaron las alarmas, pues lo que se hacía en Italia, se hacía igualmente en España, había que cortar por lo sano, pero lo que ocurre es con con las manos vacías es muy dificil «vender», gastemos el dinero de manera que todo parezca ético.

Al margen de esto, GSK, empresa que quiere ser modelo de austeridad y estar limpia de cualquier sospecha, salta cada día a la palestra por hechos muy graves. Reciéntemente en los medios de comunicación se informaba de los lazos financieros que unían a algunos expertos de la OMS con esta multinacional que facturó millones de libras con la vacuna de la gripe A.

En las semanas pasadas pagó mas de 700 millones de dólares de multa por fabricar medicamentos adulterados. Son también varios los casos dónde se le ha relacionado con experimentos y muertes en niños por poner en marcha estudios clinicos con vacunas infantiles. Tan sólo basta con hacer una simple búsqueda en google y nos enteraríamos de la misa la mitad.

El visitador médico es una «victima» de esta maquinaria tan poderosa. Son padres y madres de familia que tienen que comer, la gran mayoría de ellos licenciados en farmacia, química, biología etc, que la única salida laboral a su carrera universitaria que han tenido ha sido esta, que por otro lado suele estar muy bien pagada. Pocos pensarían cuando se preparaban los difíciles exámenes de su licenciatura, que terminarían siendo meros papagayos, repitiendo dia a dia un guión diseñado milímetro a milímetro para conseguir que el médico prescriba sus productos, pero una vez que se entra, es dificil salir, pues te quedas descolgado de tu verdadera profesión y no encuentras otro camino, a pesar de que tu psiquis termine machacado por tanta presión, por tanta amenaza.

Espero que os resulte interesante esta reflexión para vuestro blog…»

Todos sabemos cual es la relación de la industria  con los médicos: una relación enferma por estar completamente repleta de intereses económicos. La mayor parte de los nuevos fármacos que se autorizan, financian y venden en las farmacias no sirven para casi nada nuevo pero… entran a toda velocidad en el mercado porque se fichan «expertos» (líderes de opinión creo que los llaman) a golpe de charlas bien remuneradas -muchas veces con las diapositivas que el propio laboratorio les prepara- y se ganan voluntades de «no expertos» llenándoles el estómago en buenos restaurantes o la casa con los más variopintos artilugios.

La industria financia la formación de los profesionales, sufraga congresos, sostiene a las sociedades científicas (unas más y otras menos 😉 ), medios de comunicación, asociaciones de pacientes… infiltra pues a todos los «actores» del hecho de prescribir. Dejaremos para otra ocasión su comportamiento en las oficinas de farmacia.

Es probable que estemos obligados a convivir con la industria (BMJ en una metáfora brillante lo describe como «bailar con puercoespines«) pero urge redefinir el contexto en el que nos relacionamos porque el actual tiene un olor muy desagradable. Lo triste es que muchos médicos entran al juego pero se creen inmunes a la contaminación de su prescripción.

José Luis Quintana, médico de familia.