La informática permite casi cualquier cosa, una de ellas es compartir la información entre atención primaria y la atención hospitalaria (deberíamos por respetar la lógica empezar a llamarle secundaria 😉 ). Hay unos dispositivos que hemos dado en llamar «visores» que nos permiten ver una parte de la información almacenada en el hospital.
Esto, en principio, no tiene más que ventajas… podemos ver informes, radiografías, análisis, anatomía patológica… en fin, casi todo lo que el hospital hace. No es una historia clínica, pero tiene mucha información.
En esto de la informatización de la historia, la «especializada» va muy despacio, no se si por falta de apuesta de los gestores o como mecanismo de defensa de los profesionales: «si no puedes ver mi historia clínica no sabes mucho de lo que hago».
Tengo una paciente joven, 28 años, que comenzó con una cefalea que, sinceramente, no me pareció de preocupar pero no respondió a los tratamientos habituales y decidí que sería adecuado que se le hiciese alguna prueba de imagen. La derivé a neurología (casi 6 meses de lista de espera) y le hicieron una resonancia, para recogerla otro montón de meses. Contestación de atención al paciente… dígale a su médico que le dé el resultado que lo puede ver… Vaaaaale ¿no era mejor para eso que le pida yo? ¿no se supone que me falta criterio para esto y por eso no la puedo pedir?
Poco a poco se va volviendo frecuente lo de «lo puede ver su médico de cabecera» y en algunas ocasiones es francamente un despropósito: paciente con sospecha de tuberculosis intestinal versus enfermedad inflamatoria intestinal al que se manda a la consulta de su médico de familia a recoger las biopsias de la colonoscopia que pidió medicina interna.
O sea, a favor de los visores, pero no para delegar más tareas en atención primaria ni para más cosas que facilitar el intercambio de información.
José Luis Quintana, médico de familia.