Cuando oigo los informativos, siempre acaba viniéndome a la cabeza el juego del Monopoly©. Es un juego en el que dando vueltas, sin trabajar, se consigue un dinero que tienes que invertir en construir edificios. Una vez construidos, ya le sacas unos dineritos (sin trabajar) a los que «caen» en tus construcciones. Para mí, que lo que nos pasa, es que el juego infantil dejó secuelas en muchos de nosotros. Sinceramente, es para que la DSM-5 lo incluya y nos lo hagamos ver 😉 .
Por ejemplo, la Comunidad de Madrid, con la que está cayendo, avanza en la construcción de su duodécimo hospital (creo, prometo que he perdido la cuenta) en la tres últimas legislaturas. Hay diversos modelos de gestión, este parece ser de una gran empresa multinacional que aplicará las enseñanzas del Monopoly… 😉 Siempre digo lo mismo, pero lo repetiré otra vez: hablo de Madrid, porque es donde trabajo, pero estoy seguro de que es en todo el país
Nada me parece mejor de todo lo que se ha hecho que una Ley de Transparencia. Yo la llevaría hasta sus últimos extremos. Los ciudadanos, que financiamos todo el «tinglado» con nuestro dinero, deberíamos saber cual es el presupuesto de los hospitales hasta sus últimos detalles. Por descontado que deberíamos saber lo mismo de atención primaria y los centros de salud. Juan Simó lleva años intentando escrutar, con mucho esfuerzo, los presupuestos para realizar afirmaciones basadas en hechos y no en ideología. Juan y todos deberíamos disponer de esos datos. Nadie, en su sano juicio, va a decir que construir hospitales sea intrínsecamente malo, pero, de esta forma, sabríamos si los nuevos hospitales justifican con números su existencia. Para leer un estupendo artículo de Juan sobre todo esto… aquí.
Todo esto viene a cuento de la permanente música de la «autonomía de la primaria«. La SEDISA (Sociedad Española de Directivos de la Salud) apunta esa dirección en sus reuniones. Yo, del todo partidario del discurso, creo que la primaria debe trazar su propio camino en coordinación con el resto de participantes en todo Sistema Nacional de Salud. Pero, para eso, necesitamos saber qué recursos y que capacidades se nos dan comparados con los de los demás.
Porque si no, puede pasar como con muchos estados africanos, se les da la «autonomía del hambre», se deja campar a sus anchas a los poderosos y decimos finamente que son estados «estados fallidos».
Sin que se nos dote de lo que se debe, es fácil que seamos una primaria fallida, en manos de los poderosos. Esto, no es una cosa que deberíamos pedir «con carita de pena», produce mucha hartura esta actitud. Esto, debería ser una exigencia de nuestros representantes.
José Luis Quintana, médico de familia.