Inteligente o rico

febrero 17, 2012

Entré en la facultad de medicina en el curso 79-80. En plena transición. Empieza a estar muy lejos, pero creo que fue de los primeros años, si no el primero, que, al menos en Madrid, se aplicaron a rajatabla los llamados numerus clausus, un cupo fijo de estudiantes. Esto hizo que la dificultad para entrar en medicina fuese grande… había que hacer un buen examen de selectividad. La selectividad, es evidente, que cometía y seguirá cometiendo injusticias. Pero eran, con sus matices, para todos las mismas injusticias. En ese tiempo, en Madrid, una universidad privada permitía estudiar Medicina, pero tras pasar la misma selectividad que todos. Todos teníamos que pasar la misma criba. Esa forma de entender el acceso fue lo que acabó con aquella cosa de que los médicos fueran hijos de médicos y gente de posibles. De hecho, durante mis años de facultad, se jubilaron dos catedráticos y sus cátedras pasaron a manos de sus hijos. La inteligencia era hereditaria. De hecho, pensé que lo lógico sería que la cartelería de las cátedras solo tuviese el primer apellido del catedrático para abaratar los costes de la jubilación… servirían para el siguiente.

El planteamiento de aquella época condujo a que, los que no eramos ni hijos de médico ni potentados, pudiésemos acceder a la carrera de Medicina.

Más de 30 años después, la selectividad ha cambiado. El nivel de dificultad para entrar en la Facultad de Medicina se ha elevado hasta cifras que se me escapan. Hay que tener un brillantísimo expediente y una «notaza» de selectividad para poder acceder a la facultad.

Pero… están las universidades privadas. Cada mes de universidad vale un potosí. Realmente, hay que pertenecer a una familia privilegiada para que te puedan pagar los cursos de Medicina. Pero a diferencia de entonces, ya no hay que alcanzar la nota  que piden las universidades públicas. Con menos se llega. Si tienes suficiente dinero, la selectividad importa bastante menos. Después de 30 años y gobiernos de todos los colores, hemos conseguido volver al pasado.

Lo más seguro, es que yo ahora no pudiese ser médico. Lo más probable es que no sea lo suficientemente listo, lo que es seguro, es que mis padres no me lo hubiesen podido pagar.

Que de las crisis se sale es seguro, pero que hay que saber a dónde se quiere ir para saber el camino que coger, también.

José Luis Quintana, médico de familia.

P.S.: Si mis hijos quieren estudiar una carrera y he de pagarla (y puedo) lo haré. Espero que se entienda que no critico en absoluto a quienes se esfuerzan porque sus hijos estudien.

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