Tiempos absurdos

diciembre 26, 2011

Leo esta noticia en internet

He pensado… ¡cómo estamos haciendo el mundo! Ser tímido e introvertido es un defecto que merece un spray de oxitocina (se le bautiza como fobia social) y, sin embargo, ser un «pesao de pelotas», no necesita tratamiento. Si te juegas la pasta en las tragaperras, eres un ludópata y mereces ir al psiquiatra, pero si lo haces en la bolsa eres un hombre de negocios y si el dinero es de otro… broker 😉 Total, hemos definido primero lo que es triunfar y luego convertimos lo que llamamos fracaso, en un problema digno de fármacos. No sé cómo nos va a tratar la historia.

En mitad de esto, me ha venido a la cabeza un escrito de los geniales Txori Herri Medical Asociation

Una delicia.

José Luis Quintana, médico de familia.


Nuestro apoyo más decidido

diciembre 15, 2011

Mucha información y buena, aquí.

ATensión Primaria


Para quitarse el sombrero

junio 4, 2011

A través del excelente Butlletí Groc he llegado al artículo Mercaderes en el Templo: hegemonía del paradigma bio-comercial en psiquiatría de la revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Es magnífico. Dos compañeros, un psiquiatra y una enfermera especialista en salud mental, del Hospital Universitario de Canarias, describen la influencia de la industria en el quehacer diario. Hablan de psiquiatría, pero podría ser de cardiología, neurología, cirugía, pediatría, medicina de familia o cualquier otra especialidad. Las conclusiones serían completamente paralelas.

No me resisto a copiar/pegar parte de sus conclusiones:

[…] En línea con plataformas como No Gracias (www.nogracias.eu), los autores hemos decidido cortar nuestros vínculos con la industria farmacéutica. Hemos hecho estudios para ellos y cobrado por ellos (ahora la última tendencia es que, además de pagarte por recoger unos datos, te ponen de autor corporativo, con lo que acabarán decidiendo también nuestro currículum y quién ocupa o no una plaza en la sanidad pública), hemos viajado a congresos y jornadas diversas, hemos ido a múltiples comidas y cenas “de trabajo”… Todo ello en el convencimiento de que tal conducta no afectaba a nuestra prescripción, que éramos capaces, pese a ello, de mantener la independencia. Pero descubrimos que no era así. Descubrimos que nos costaba prescribir un genérico, que nos era difícil no recetar la última molécula presentada… Y no pretendemos hacer apología de nuestra posición. No conocemos psiquiatras corruptos que indiquen tal fármaco a cambio de tal recompensa. Y creemos que puede haber compañeros que sean capaces de mantener su independencia a pesar de ese contacto con la industria, pero nosotros no pudimos mantenerla, y ahora queremos recuperarla. Cortamos lazos con la industria porque también, y es parte de la trampa, sus incentivos te acostumbran a un nivel de vida por encima del que el sueldo de nuestra profesión, en este país, debería permitirnos: viajes al extranjero todos los años, hoteles de cuatro y cinco estrellas, comidas y cenas en buenos restaurantes, libros gratis… Y cuesta renunciar a ello pero, en nuestro caso, lo hacemos. Hemos estado en la trinchera y, lógicamente, no hemos podido evitar mancharnos de barro, así que nos salimos.

Pero creemos que la solución no está sólo en manos de los profesionales. La solución pasa por las administraciones públicas, que deberían responsabilizarse de la investigación y la formación, hasta ahora abandonadas en manos de la industria, así como fijarse en qué fármacos el sistema público debe financiar y cuáles no, por  no aportar nada nuevo. La solución pasa por las asociaciones profesionales, que deberían fijar precios para sus actos científicos que no obligaran a un patrocinio. 

La solución pasa por las direcciones de los centros públicos en que trabajamos, que deberían limitar y controlar (¿prohibir?) el acceso de visitadores médicos. Y, por supuesto, la solución pasa por cada psiquiatra y cada profesional, que debería, deberíamos, reflexionar sobre nuestras teorías y nuestras prácticas, parándonos a pensar qué tipo de Psiquiatría queremos.
 

Ni una palabra más.

José Luis Quintana, médico de familia.

 

Los médicos podemos ser muy peligrosos

febrero 8, 2011

Los médicos hemos pasado de intentar ayudar, la mayor parte de las veces con éxito discreto, a los enfermos, a poder definir la normalidad. Es decir, que separamos a las personas en dos grupos: los sanos (los que se adaptan a nuestra definición de normalidad) y los enfermos (los que no encajan en dicha definición). Además de todo esto hemos acuñado términos como la pre-enfermedad y los factores de riesgo que nos permiten incluso en los sanos detectar problemas. Con todo esto etiquetamos a las personas, casi siempre llevados de buena voluntad, pero en contacto con poderosos intereses económicos.

No está de más aquí recordar que la homosexualidad fue considerada un transtorno mental y que se intentó -e increíblemente, se intenta- curar. El que no se maneja en público tiene una fobia social, el niño que da el coñazo es hiperactivo y el que tiene una vida miserable está deprimido. No voy a negar la existencia de la depresión, la hiperactividad o las fobias. El problema es que el umbral cada vez está más bajo, en general más bajo cuanto más caro es el remedio y además se produce una transferencia de responsabilidad: si los parados están deprimidos la solución pasa a ser médica, dejamos de buscar a los poderosos responsables de la situación económica; si el niño molesto es hiperactivo, no hay problema de enseñanza, es falta de atomoxetina. Ese es el problema de etiquetar a la gente con problemas como «enfermo».

Todo esto me ha venido a la cabeza al ver un vídeo que me ha llegado y que aquí os dejo.

Me ha dado un poco de miedito ver en la web de la ONG promotora que la Iglesia de la Cienciología estaba en el origen de la misma, pero… lo cortés no quita lo valiente… el vídeo me parece bueno.

José Luis Quintana, médico de familia


Hay que ser serios

abril 17, 2010

Prefiero no imaginarme las preguntas de la anamnesis del próximo protocolo de hipertensión arterial. Lilly® comercializa Taladafilo. ¡Qué difícil es la convivencia de sociedades científicas y los intereses de la industria de los medicamentos!

José Luis Quintana Gómez, médico de familia


El lado oscuro de la cirugía menor: la cirugía minúscula

febrero 2, 2010

Tuve la suerte de participar en la recuperación de la cirugía menor como actividad cotidiana de los centros de salud. Era un capacidad perdida que siempre tuvieron los médicos de cabecera. Hoy nadie discute que los médicos de familia realicen técnicas quirúrgicas sencillas en los centros de salud que, de hecho, forma parte de nuestra cartera de servicios.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte tengo una cierta desazón. Como todo en nuestra sanidad y, desde luego en primaria, el umbral de «lo patológico» se ha reducido tanto que nos vemos abordando minidefectos cutáneos: fibromas de un milímietro de los que un paciente puede tener decenas, minilipomas, miniverrugas… Es la llamada cirugía minúscula (si acaba por entrar en cartera de servicios reclamo los derechos de autor )

La pregunta es: ¿un sistema público de salud debe financiar procedimientos puramente cosméticos? Sinceramente, la respuesta creo que es NO.

Hemos colocado el umbral de enfermedad en un lugar que pone en peligro los sistemas nacionales de salud. La definición de salud de la OMS va a acabar matándonos de salud.

José Luis Quintana, médico de familia.


La historia nos juzgará

diciembre 9, 2009

En los estudios de medicina se incluye la historia de la misma. En la carrera resulta «irritante»: «como si Avicena me fuese a ayudar a manejar una colecistitis». Con el tiempo uno le coge el gusto, porque la historia está llena de estupendos relatos, además nos ayuda a entender por qué se hacían determinadas cosas e intenta explicar cómo hemos llegado hasta aquí. Así, por ejemplo, la fascinante historia de Ambroise Paré nos ayuda a entender por qué se aplicaba un hierro candente a las amputaciones o se favorecía la supuración de las heridas por arma de fuego. En las más de las ocasiones miramos condescendientes a aquellos que sostuvieron teorías que ahora nos parecen verdaderas aberraciones.

Por ejemplo, en 1835, la Academia de Medicina de Lyon dijo sobre el ferrocarril:
El paso excesivamente rápido de un clima a otro producirá un efecto mortal sobre las vías respiratorias. El movimiento de trepidación suscitará enfermedades nerviosas, mientras que la rápida sucesión de imágenes provocará inflamaciones de retina. El polvo y el humo ocasionarán bronquitis. Además, el temor a los peligros mantendrá a los viajeros del ferrocarril en una ansiedad perpetua que será el origen de enfermedades cerebrales. Para una mujer embarazada , el viaje puede comportarle un aborto prematuro… Por no hablar de la opinión que sostuvo The Lancet en esa época y que podemos ver aquí.

El otro día, a primera hora, acude a mi consulta Antonia, de 64 años, un clásico de mi consulta, «de urgencias»: Temprano, casi de noche, ha recibido una llamada de su Córdoba natal para decirle que su hermano pequeño, previamente sano, ha amanecido muerto, que a los médicos les parece un infarto de miocardio, pero que quieren hacerle una autopsia. Antonia llora y chilla con su familiar al otro lado del teléfono. Cuando cuelga se encuentra fatal y… se baja a la farmacia a tomar la tensión: 170/100 y… llega de urgencias a mi consulta preocupada por si le va a pasar algo.

Me acordé de Avicena, de Paré, de la Academia de Medicina de Lyon, y pensé… ¿qué dirán los futuros libros de historia de la medicina de nosotros? Espero al menos que nos miren con condescendencia.

José Luis Quintana, médico de familia